Roberto Jairo Gavilanes Logroño

Después de varios meses en los cuales el virus del Covid 19 ha golpeado, ahogado y complicado al mundo entero, a sus economías, instituciones, proyectos y por su puesto el “Bienestar” del ciudadano, la tranquilidad de la gente y la normalidad de una sociedad que ya venía afectada, preocupada y pidiendo auxilio a gritos.
A pocos días de terminar el año 2020, nos preguntamos cuánto tiempo más durará esto, tendremos la capacidad de adaptarnos a esta nueva realidad, o los efectos seguirán desestabilizándonos en todos los espacios, desde el lamentable número de víctimas, hasta las pocas oportunidades de empleo y el colapso de hospitales y casas de salud; todo aquello, con escasas respuestas y mínimas soluciones.
Al día de hoy, el número de contagios confirmados por Covid-19 es de 175.269, conforme el registro del Ministerio de Salud Pública. Esta suma, engloba la gran afectación de la pandemia en el Ecuador, considerando también, que los estragos no sólo son físicos, sino también psicológicos.
En este ámbito, la Organización Panamericana de la Salud manifiesta que “el miedo, la preocupación y el estrés son respuestas normales en momentos en los que nos enfrentamos a la incertidumbre, o a lo desconocido; situaciones de cambios o crisis”, en contexto al pánico de contraer el virus de una pandemia que ha azotado al mundo.
Después de lo dicho, estudios universitarios internacionales reconocen que la salud mental del 46% de la población está en riesgo. Así mismo, el Fondo de las Naciones Unidas para la infancia, conocido como “UNICEF”, en su último estudio realizado, muestra el grave impacto en la salud mental de los adolescentes y jóvenes de Latinoamérica y el Caribe.
El sondeo propuesto expone el malestar de 8.444 adolescentes y jóvenes de 13 y 29 años, en nueve países de la región, quienes manifiestan un mayor porcentaje de ansiedad; hablando del 27% y el 15% en depresión; respondiendo a que sus emociones se han visto afectadas por la situación económica actual propia o de quienes se encuentran a su alrededor.
Las mismas muestras identifican que el 73% de jóvenes han sentido la necesidad de pedir ayuda en relación con su bienestar físico y mental. Relacionando que 3 de cada 4 niños o adolescentes en diferentes edades se han visto desconcentrados y con el deseo de ser escuchados.
Con lo manifestado, constatamos la difícil realidad que enfrenta la población y en específico, quienes son considerados como grupo prioritario. Su sentir, no solo responde al bajo rendimiento, sino también a la impotencia, al anhelo de ayudar, la busca de socializar y de poder encontrarse con sus similares.
Ustedes se preguntarán qué estamos haciendo para ayudar en esta crisis, para que las consecuencias a futuro no identifiquen un sistema con posibles trastornos y grandes vacíos. Es aquí cuando el accionar de la sociedad civil, las organizaciones sociales y principalmente las autoridades deben actuar.