
Ab. R. Jairo Gavilanes
Quién ha dicho que participar en una candidatura electoral es pecado, más aún, cuando nos dicen en reiteradas ocasiones que vivimos en un país de derechos y justicia; cuando insisten que la libertad de expresión la encontramos a la vuelta de la esquina, cuando nos hablan de cambios, cuando en este querido Ecuador proponemos la tan anhelada participación.
Pero ¿qué llama la atención de la política? Si comparamos con el círculo antes citado, encontramos muchas similitudes, entre ellas, las cámaras, los micrófonos, y lo que muchos buscan: tener fama.
Acaso lo que seduce al ciudadano, al cantante, al periodista o al futbolista es la influencia de poder, el número de asesores y el famoso <<reparto>>. De pronto lo dicho anima a dejar de lado los extravagantes sueldos que proponen las cámaras.
En ese sentido, siguen las consultas y la molestia de quienes dicen decepcionarse cada día más y más de la política, sin embargo, la culpa es ¿de los que participan o de los que eligen? ¿de quienes actúan o se restringen?
El problema radica en el desinterés y en el poco empeño de crear una cultura política racional, sensata, valorada en reflexionar el voto. Sembrar desde la educación inicial la importancia de tomar decisiones, de saber escuchar, de concientizar lo que se propone.
Muchas veces olvidamos que quienes tenemos el voto somos nosotros, y nos dejamos llevar por el impulso, el familiar y el amigo que nos empuja a escoger al menos malo.
Por qué nunca nos tomamos el tiempo de reflexionar si hay candidatos que están preparados, si su nivel académico goza de amplitud, si su actuar no va en contra de las buenas costumbres -o simplemente- si en algún campo han dado luces de cambio.
Tengamos presente que la posibilidad de participar la poseemos todos y, mas bien, interesémonos para que eso no retroceda; pero, además, hagamos conciencia, no seamos ese electorado irresponsable, ese que se alegra al ver la vieja y audaz propuesta del partido político que busca candidatizar al buen deportista o al cantante favorito, ciudadanos que muchas veces nos quedan debiendo, ya sea por falta de formación o -al verse perdidos- en un escenario que no es el que están acostumbrados.
El próximo 7 de febrero los ecuatorianos tendremos que asistir a las urnas a cumplir con el llamado cívico de elegir y ser elegidos; muchos irán solo por obtener la papeleta y la obligatoriedad del voto, y les aseguro que serán ellos quienes días después alcen la voz y digan “tenemos los mismos de siempre” y/o “estamos cansados de lo mismo”.
No seamos cómplices de lo que mañana nos va a fastidiar, decepcionar, o peor aún, perjudicar. El Ecuador lo hacemos todos, buscando que la inclusión llegue de la mano de la reflexión. Que la participación sea un derecho y la responsabilidad un deber.